Los Milagros como Evidencia
Hay muchos cristianos que aseguran que el tiempo de los milagros ya pasó, son una especie de escépticos cristianizados, no existe un sólo versículo de la Biblia que respalde esa afirmación. Estos son los que destruyen la autenticidad de los Evangelios al rechazar los milagros, negando las bases del cristianismo. El seudo cristiano une sus fuerzas con el ateo; ya que ninguna excusa podrá silenciar la verdad de la Biblia.
Al mismo tiempo algunos afirman que: << No podemos demostrar que una revelación sea divina, si no hay evidencias externas >>.Esta afirmación involucra un problema que explicaremos mediante esta ilustración. Supongamos que aparece un extraño en cualquier ciudad de Estados Unidos, que es el portador de una «revelación divina» y como una acreditación de su mensaje exhibe poderes milagrosos. Asumamos que después de una investigación, se establezca la realidad de los milagros. Aquí surge una confrontación práctica. Si el «argumento cristiano» es correcto estamos obligados a aceptar cualquier tipo de Evangelio que este proclame. Y nadie que conozca algo de la naturaleza humana dudará que será muy bien recibido.
No obstante, el cristiano sería guardado de ello por las palabras del apóstol Pablo: » Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que hemos anunciado, sea anatema». El cristiano lo abandonaría en el acto. Además insistiría en aplicarle al obrador de milagros la prueba de la Biblia, y al hallarlo en contradicción con el evangelio que ya había recibido lo rechazaría, en otras palabras no aprobaría el mensaje por los milagros, sino por una revelación precedente que encontramos en la Biblia.
En el caso que Cristo viniera a fundar una nueva religión, y que el cristianismo fuera recibido en el mundo a causa de los milagros, estas son aseveraciones casi universales de la cristiandad. Puede ser alarmante que podamos mantener ambas afirmaciones, que son igualmente erróneas, y de la misma manera el cristianismo sería perjudicado por el error, pero a pesar de ello, esta es la conclusión a que apunta el anterior argumento, y que nos llevará a una investigación exhaustiva y muy cuidadosa. ¿Acaso no es un hecho que aquellos entre los cuales se obraron los milagros que Cristo hizo, fueron los mismos que después los crucificaron? ¿Acaso no es un hecho que al retarlo a que hiciera milagros para que apoyara sus afirmaciones mesiánicas, El se rehusó a hacerlo?” Entonces le respondieron algunos de los escribas y fariseos, diciendo: Maestro, queremos ver una señal de parte tuya. Pero respondiendo El, les dijo: Una generación perversa y adúltera demanda señal, y ninguna señal se le dará, sino la señal de Jonás el profeta: porque como estuvo Jonás en el vientre del monstruo marino tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra» (Mateo 12:38-40).
No obstante, al resumir este argumento, << se admite el hecho de que el cristianismo, fue recibido en el mundo sobre la base de la creencia en los milagros >>. Y esto es lo que los nuevos convertidos al cristianismo podrían haber alegado como su razón para haberlo abrazado. Sin Embargo ¿dónde radica la autoridad para apoyar estas afirmaciones? A ninguno de los discípulos del Señor se hubiera atribuido su fe sobre ésta base. La narración de la primera Pascua del ministerio de Cristo, parecería refutar esto, pero, es de hecho, la más clara prueba de todo lo contrario.» Cuando estaba en Jerusalén durante la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre al ver las señales que hacía. Pero Jesús, por su parte, no confiaba en ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diera testimonio del hombre, pues El sabía lo había en el hombre» (Juan 2:23-25).
Más adelante sigue la historia de Nicodemo, que era uno de estos «convertidos» a causa de «las señales que tú haces» Y se le tuvo que enseñar que no es el conocimiento lo que se precisa para el reino, sino poseer la vida, y esta vida tiene que empezar por el «nuevo nacimiento». El apóstol Pedro que participó en un privilegio especial al contemplar el milagro mayor, la Transfiguración en el monte santo dice lo siguiente: » Pues habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece» (1 P.1:23). “Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mat. 16:17). Mucho más notable es el caso del apóstol Pablo, un hombre de una devoción firme a los que él creía ser verdad, el testimonio completo del ministerio y de los milagros de Cristo le convirtió en amargo perseguidos del cristianismo. El explica su testimonio de esta manera » Obtuve misericordia» y añade » Agradó a Dios, que…me llamó por su gracia, revelar a Su Hijo en mi» Este testimonio de Pablo adquiere especial interés debido a su visión en el camino de Damasco podría llevarnos a llamar discípulo a causa del milagro ocurrido, si no fuera por su explicito testimonio.
Usted se preguntará, si los milagros de Cristo no se efectuaron para que fueran la base de la fe, ¿entonces por qué se efectuaron? Porque tenían un propósito noble, y una oportunidad de aliviar el sufrimiento. Es perfectamente natural que cuando: » aquel verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros» podíamos esperar y además era lógico que las enfermedades e incluso la muerte cedieran ante su poder.» Vosotros sabéis cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con El» (Hch. 10:38).Muchas personas piensan que el Señor obraba milagros a fin de silenciar la incredulidad. Esta idea es blasfema por su falsedad. De otra manera, leemos afirmaciones como la encontramos en Mateo 13:58.
“Y no hizo muchos milagros allí, a causa de la incredulidad de ellos». Aunque no hay registrado un solo caso en el curso de su ministerio terrenal en que fe apelara en vano al Señor, y esto es lo que hace tan extraño y además abrumador el reinado de la ley, tampoco hay registrado un solo caso en el que el reto de la incredulidad fuera premiado con un milagro.
Y esto nos sugiere el segundo gran propósito por el que se dieron los milagros. Para el pueblo judío, la religión y la política eran inseparables. Toda la esperanza de bendición espiritual descansaba en la venida del Mesías. Por un lado las muchedumbres solo pensaban, en primer lugar en su liberación del yugo romano y en la restauración de las glorias de su reino. Su venida, y era a éstas, a las que su última apelación iba dirigida.
» Examináis las Escrituras porque a vosotros pensáis que en ella tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengan vida» (Jn. 5:39-40).» Mas Abraham le contesto: << Si no escuchan a Moisés y los profetas, tampoco se persuadirán si alguno se levanta de entre los muertos>>». (Lucas 16:31).
A este respecto, la evidencia de los milagros fue incidental, es más no hay sugerencia en ningún lugar que estos se dieran para acreditar la enseñanza; el propósito de los mismos era única y solamente para acreditar al maestro. Ya que los milagros mostraran a los judíos lo que ellos tenían que esperar, a causa de su relación con la revelación anterior que era aceptada como de Dios, para aquellos sus beneficiarios. Descartándose que lo que es sobrenatural no necesariamente es divino. Si este hombre obra milagros, es enviado por Dios. La lógica es perfecta; pero el judío podía repudiar la premisa y naturalmente rechazar la conclusión. Muchos de los maestros de Israel atribuyeron los milagros de Cristo a Satanás, y el Señor respondió a la acusación no negando el poder satánico, sino que apeló a la naturaleza y el propósito de Sus actos.
Creer en los milagros, por el testimonio de las Escrituras aparece lógico en las enseñanzas después de la resurrección Como aparece en el evangelio de Lucas capítulo 24 y versículos 27-44. Tampoco fue de forma distinta cuando Pedro, que se dirigió a los judíos de Jerusalén, diciendo: » Y asimismo todos los profetas que han hablado desde Samuel y sus sucesores en adelante, también anunciaron estos días» (Hch. 3:24). También Pablo en su defensa delante del rey Agripa: » Así que habiendo recibido ayuda de Dios, continúo hasta este día testificando tanto a pequeños como a grandes, no declarando más que lo que los profetas y Moisés dijeron que sucedería: que el Cristo había de padecer y que por motivo de su resurrección de entre los muertos, El debía ser el primero en proclamar luz tanto al pueblo judío como a los gentiles» (Hch. 26:22-23). Y si pasamos a la enseñanza de la Epístolas tenemos que esta misma verdad es enseñada más explícitamente presentada, que Cristo vino a ser siervo de la circuncisión para confirmar las promesas hechas por los padres, y para que los gentiles glorifiquen Su amor y su misericordia.
Podríamos escribir miles páginas para demostrar, que Cristo no vino a fundar una nueva religión, ya que estaría más cerca de la verdad, que el propósito principal de Jesús era dar fin a la religión. En el único pasaje que se refleja esta palabra relacionada con la vida cristiana es en Santiago 1:27 » La religión pura y sin mancha delante de nuestro Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y guardarse sin mancha del mundo» Cristo era en Sí mismo, la realidad de cada tipo, la verdadera sustancia de cada sombra, el cumplimiento de cada una de las promesas del Padre. Si hablamos del altar o del sacrificio, del sacerdocio o del templo Cristo era el anti-tipo de todo ello. El verdadero propósito del Señor era el de poner todas las cosas a un lado a fin de poder colocar otras cosas en su lugar. El vino no a destruir la ley y los profetas, sino a cumplirlas y sobre todo vino como nuestro sustituto. A la luz de esta realidad se disipan los argumentos de los no creyentes. Cuando Jesús apareció, la cuestión con el pueblo judío no era si, como otro Juan el Bautista, se trataba meramente de » un hombre de Dios, sino si El era el Enviado, el Mesías a quien las Escrituras señalaban y daban testimonio de El: Juan 1:41-45 «Hemos hallado al Mesías» Por lo tanto, la cuestión no reside si una revelación puede acreditarse mediante la evidencia externa, sino si la evidencia es capar de acreditar a una persona cuya venida ha sido profetizada. Concluimos expresando lo siguiente:
1- El milagro no es evidencia cierta de la autenticidad de la revelación.
2- Cristo no es el fundador de una nueva religión, sino el clímax de la religión judaica.
3- El silencio de Dios se rompe en la persona y obra de Jesucristo.
4- Cristo no vino a presentar los milagros como sus credenciales, los milagros son una consecuencia de la fe de los demás puestas en El.
5- Ofreció una sola señal, la señal de Jonás, que apuntaba a su gran y poderoso milagro de Su resurrección.
(Las citas bíblicas tomadas de la Biblia de las Américas)
Por Rev. Ramón Herrera
Escrito: Abril del 2002