Santiago: ¿Una Carta de Confusión?
Esta carta de Santiago puede ser considerada como una colección de enseñanzas sobre diversos aspectos prácticos de la vida del creyente. Es el escrito del NT que muestra mayor semejanza con las enseñanzas del AT, la así llamada literatura sapiencial. El tema de la sabiduría aparece en varios pasajes de la de la carta. Esta sabiduría, como se entiende en la Biblia, no se refiere tanto a los conocimientos científicos sobre nuestro planeta, tampoco es una teoría sobre Dios o sobre las personas, sino que es saber ordenar toda la vida según la voluntad de Dios, esto es, saber vivir rectamente. La epístola hace referencia a Jesucristo ( 1:1; 2:1;5:7), pero no desarrolla otros temas que son característicos de la predicación cristiana primitiva como el de su muerte y resurrección.
FECHA: Algunos, que niegan la paternidad literaria a Santiago a causa del excelente griego que usa, colocan la fecha, al final del primer siglo. Sin embargo, los galileos conocían y usaban el griego, juntamente con el arameo y el hebreo, Hay detalles que indican una fecha temprana el año 49 d.C.
Contenido: La carta trata de los aspectos prácticos de la conducta cristiana, nos informa cómo actúa la fe en la vida cotidiana, El objetivo de Santiago era proveer una instrucción ética concreta. A pesar de que la carta tiene poca estructura formal, sus múltiples instrucciones explican cómo ser hacedores de la Palabra (1:22).
CUERPO DE LA CARTA
Capítulo 1: 1-11
Cuando uno lee el comienzo de esta se da cuenta que Santiago no se vanaglorió de su relación personal con Jesús, ni tampoco se identificó a sí mismo como un líder religioso. Su mayor honor fue ser un siervo de Dios. Su carta está dirigida a “las doce tribus que están en la dispersión” que alude a la situación de los judíos dispersos en tierras de gentiles. Aceptar a Cristo no libera automáticamente a nadie de las dificultades. La actitud correcta al enfrentar la adversidad es tener sumo gozo, lo cual en ninguna manera es una reacción emocional, más bien es una evaluación de las circunstancias desde la perspectiva de Dios, al ver las pruebas como un medio para el crecimiento espiritual del creyente.
En ninguna manera la implicación de “perfectos” no tiene referencia a la ausencia absoluta de pecado, sino que lleva implícita la idea de algo completamente desarrollado o maduro. La sabiduría que pueda recibirse pidiéndola con fe a Dios, no el (v6) no es conocimiento intelectual, sino comprensión espiritual del propósito de las pruebas. Si Dios concede un dos lo hace abundantemente, esto es generosamente, no con disgusto, o reservas. La persona con doble ánimo es arrastrada en dos direcciones opuestas. Sus lealtades están divididas, y causa de su falta de sinceridad, vacila entre la fe y la incredulidad. Tanto la pobreza como la prosperidad son ejemplos concretos de situaciones que ponen a prueba nuestra fe, Cualquiera de ellas puede terminar en un desastre.
Capítulo 1:12-18
Hay que entender que las aflicciones no nos pueden hacer miserables si no son por nuestra propia falta. El creyente probado será un creyente coronado. La corona de la vida, se les promete a todos que tienen el amor de Dios que reina en sus corazones. No podemos olvidar que los mandamientos de Dios, así como los tratos de la providencia, prueban los corazones de las personas, y muestran la disposición la disposición que prevalece en ellos. Dios no es el autor del pecado. Las aflicciones, tal y como son enviadas por Dios están concebidas para sacar a relucir nuestras virtudes, pero no nuestras corrupciones. Cuando la concupiscencia responde a una tentación que viene de afuera, el pecado es algo engendrado. Santiago no menciona el papel de Satanás en la tentación. El propósito de Santiago no es discutir el origen del pecado, sino explicar que la incitación no viene de Dios. Satanás es de hecho la fuente externa de la tentación, pero nadie puede culpara de ser el responsable de los actos pecaminosos cuyas raíces están dentro de cada individuo (véase Marcos 7:1-23.) Por otro lado, Dios no sólo no es el responsable del pecado humano, sino que es la fuente de todo bien. El más grande de los dones que Dios nos concede la regeneración. El de su voluntad, nos hizo renacer a una nueva vida. Su instrumento fue la palabra de verdad, que Pablo identifica como “el evangelio de…salvación” (Ef. 1:13). El propósito de Dios es presentar a los creyentes como “primicias de sus criaturas. (1)
Capítulo 1:19-21
No podemos culpar a Dios cuando estamos sometidos a pruebas, tenemos que abrir nuestros oídos y corazones para poder aprender lo que nos enseña a través de ellas. Si las personas desean gobernar sus lenguas, deben gobernar sus pasiones. La peor cosa que podemos aportar a cualquier disputa es la ira. Esto debe alcanzar a los pecados del pensamiento y del afecto, y a los pecados del hablar y del hacer; a toda cosa corrupta y pecaminosa. Tenemos que estar dispuestos a oír de nuestros defectos, y a tomarlos no sólo con mucha paciencia, sino con gratitud. El objetivo principal de la Palabra de Dios es hacernos sabios para salvación y los que se proponen cualquier finalidad mala o baja al prestarle atención, deshonran el evangelio y causan disolución a sus propias almas.
Capítulo 1:22-27
Si un ángel del cielo nos predicara un sermón cada día. Estoy seguro que esto no nos llevaría jamás al cielo si nos apoyáramos solamente en el oír. Aquellos que son solamente oidores se engañan así mismos. Cuando nos halagamos a nosotros mismos es nuestra propia falta. La palabra de verdad que habla Cristo, tiene que ser escuchada con verdadera atención, ya que expondrá ante nosotros la corrupción de nuestra naturaleza. Nuestros pecados son las manchas que la ley deja al descubierto; la sangre de Cristo es el único lavamiento que nos enseña el evangelio, pero oímos en vano la Palabra de Dios y en vano miramos el espejo del evangelio si nos vamos y olvidamos nuestras manchas en lugar de sacarlas lavándolas, y olvidamos nuestro remedio el lugar de recurrir a este. Cada porción de la revelación de Dios tiene su uso, llevando al poder a nuestro Señor Jesucristo para salvación, guiándole a andar libremente a través del Espíritu de adopción, de acuerdo a los santos mandamientos de nuestro Dios. Cuando las personas se esfuerzan por parecer más religiosos de los que realmente son, es una clara señal de que religión es vana. Frenar la lengua, el hablar con prontitud con faltas al prójimo, o para disminuir su sabiduría y piedad, son señales inequívocas de una religión vana. Tengamos presente que nada sirve en Jesucristo que salvó la fe que obra por amor, que purifica el corazón, que somete la carnalidad y que obedece la ley de Dios.
Capítulo 2:1-13
Cualquier religión vacía se traicionaría a sí misma en la esfera de las relaciones humanas. Hacer distinciones superficiales entre las personas, dando preferencia a quienes gozan de una buena posición económica, es totalmente incompatible con la fe puesta en Cristo, que nos enseña a excluir todo favoritismo basado en la riqueza o en la clase social. Aquellos que adulan a los ricos, al tiempo que hacen caso omiso de los pobres, y que aprecian el valor de una persona de acuerdo con las normas del mundo y ponen de manifiesto pensamientos discriminatorios, por razones de clases sociales. Por supuesto que Santiago no se refiere a todos los ricos, sino que describe a ciertos ricos no creyentes que explotaban a los pobres y blasfemaban el nombre de Dios. Es imposible para los creyentes amar a sus prójimos como así mismos y a la vez hacer acepción de personas, ya que ambas cosas son mutuamente excluyentes; si mostramos este tipo de favoritismo que se describe en este pasaje es cometer pecado: en este mismo principio, matar o cometer adulterio es hacerse culpable de todo los demás pecados incluidos en la ley. Santiago ve la ley como una expresión de la voluntad de Dios, por lo que violar cualquier principio de la ley equivale a burlar toda la ley.
Capítulo 2:14-26
No encontramos ninguna contraposición de Santiago en relación con la fe, sino que se refiere a que hay dos tipos de fe; una fe muerta y una fe salvadora. La fe salvadora no consiste simplemente en un reclamo vació (vs. 14-17), ni en la mera aceptación verbal de una forma de credo (vs. 18-22). Por el contrario la fe salvadora da como fruto una vida obediente (vs.21-26). La cuestión que encabeza nuestra primera pregunta ¿Santiago, una carta de confusión? Esa fe que no se manifiesta en buenas obras, no podrá salvarle. Pablo nos dice en la epístola a los efesios lo siguiente: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (2:10). Obviamente la respuesta es NO; ya que nuestras obras ponen en evidencia lo genuino de nuestra fe. No podemos engañarnos la pura aceptación intelectual de algún credo no es equivalente a la fe salvadora. Abraham en el momento que fue obediente, demostró lo genuino de su justicia. Encontramos que no hay ninguna contradicción entre Santiago y Pablo, sino que Pablo hace énfasis en que la fe no es obras religiosas sin un corazón renacido; mientras que Santiago subraya que la fe no equivale a un corazón renacido que no se exprese en buenas obras. Ninguno de los dos estaría de acuerdo en la validez de una experiencia de Salvación de fe vacía. La ilustración de Santiago que nos muestra a Abraham que era un patriarca y a Rahab una persona común y corriente situada en el otro extremo de la escala social y moral, y ambos fueron justificados sobre la misma base.
Capítulo 3:1-13
Los maestros tienen una gran responsabilidad, no sólo de sí mismos, sino de todos aquellos que están bajo su influencia. La lengua es un órgano pequeño pero su poder e influencia, para bien o para mal, son desproporcionados en comparación con su tamaño y nada puede causar tanto daño como la lengua. Si logramos mantener nuestro lenguaje bajo control, es una disciplina que los creyentes deben saber desarrollarla. La verdadera fuente del mal, representado por la lengua es un infierno. Ella puede arrojar un veneno mortal; está manipulada por espíritus malignos. Por tanto ninguna persona puede domas la lengua. Por otro lado, Santiago continúa su discusión sobre la enseñanza estableciendo un contraste sobre la sabiduría de Dios y la diabólica. Ya que un maestro debe practicar todo lo que enseña.
Capítulo 3:14-18
En estos versículos se enseñan la diferencia entre las personas que pretenden ser sabios y los que realmente lo son. El que piensa o habla bien no es sabio en el sentido de las Sagradas Escrituras, si no vive y actúa correctamente. La verdadera sabiduría podemos conocerla con la mansedumbre del espíritu y sobre del temperamento. Aquellos que viven en maldad, envidias y contención, viven en constante confusión; y por lo tanto están obligados a ser provocados y precipitados a toda mala obra. Esta sabiduría no viene de lo alto, sino que brota de principios, actos o motivos terrenales y está dedicada a servir propósitos terrenales. La sabiduría celestial, descrita por el apóstol Santiago, es cercana al amor cristiano, descrito por el apóstol Pablo; y ambos son descritos así para que toda persona pueda probar planamente la realidad de sus logros en ellas. Que los frutos de la justicia abunden en nuestras vidas, probando que Dios nos ha otorgado este excelente don.
Capítulo 4: 1-10
Las Concupiscencia carnales son males que no permiten el contentamiento ni la satisfacción. Los deseos y afectos pecaminosos impiden la oración y la obra que deseamos hacer para Dios. Cuando las personas piden prosperidad a Dios, pueden recibir malas intenciones, si de esta manera buscamos las cosas de este mundo, y es justo que Dios las niegue. Aquí encontramos una clara advertencia a evitar todas amistades criminales con este mundo. La corrupción natural se muestra envidiando. El espíritu del mundo nos enseña a acomodar para nosotros conforme a nuestras propias fantasías . El Espíritu Santo nos enseña a estar despiertos a hacer el bien a todos los que nos rodean según podamos. El versículo 7 nos indica que debemos someter el entendimiento a la verdad de Dios, y someter nuestra voluntad a sus preceptos de Su providencia. El Señor no le negará el consuelo al que se lamente verdaderamente por pecado y exaltará al que se humilla ante Él.
Capítulo 4:11-17
Jesús hace un resumen de la ley, enseñando que amar al prójimo, por su parte Pablo dice que el amor que demostramos a nuestro prójimo satisface ampliamente la ley. Cuando no amamos, quebrantamos la ley de Dios, Debemos examinar nuestra actitud así como nuestra conducta hacia los demás. Es aconsejable que tengamos metas muy definidas, pero procuremos no dejar a Dios fuera de ellas. No debemos hacer planes como si Dios no existiera ya que el futuro está en sus manos. No debemos engañarnos, la vida es muy corta por mucho que vivamos. Pensar que tenemos mucho tiempo para vivir, es realmente un engaño; viva para Dios ¡hoy!. Nos inclinamos a pensar que si hacemos lo malo es pecado. Pero el apóstol Santiago nos enseña que es pecado también no hacer lo bueno, Es pecado mentir; pero también puede ser pecado saber la verdad y no decirla.
Capítulo 5:1-6
Debemos cuidarnos de no defraudar y oprimir; evitemos hasta las apariencias de maldad. Dios no nos prohíbe usar el placer lícito, pero vivir en el placer, especialmente pecaminoso, es un pecado que provoca ¿No daña a las personas el no equiparse para preocuparse por los intereses de las almas, pero darse el gusto en los apetitos carnales? El justo puede ser condenado a muerte, pero cuando el tal sufre por parte de los opresores, Dios lo nota. Por sobre todos los delitos, los judíos habían condenado y crucificado al Justo que vino a ellos, a Jesucristo el Justo.
Capítulo 5:7-11
El agricultor debe esperar con paciencia que crezca lo que sembró. Es casi imposible apresurar el proceso; hay mucho que hacer para asegurar una buena cosecha. De la misma manera, debemos esperar con paciencia el regreso de Cristo. Es imposible apresurarlo; pero lo que sí podemos hacer, es trabajar para que avance el reino de Dios. Tanto el agricultor como el creyente deben vivir por la fe, con la mirada puesta en el futuro. No debemos vivir como si Cristo nunca fuera a volver trabaje fielmente en la edificación de su reino; porque el Rey vendrá cuando el tiempo de la cosecha llegue. Cuando las cosas van mal; tendemos a culpar a otros por nuestros fracasos, Culpar a los demás es mucho más fácil que aceptar nuestra culpa, pero esto es muy destructivo y además pecaminoso. Recordemos que muchos profetas sufrieron y fueron perseguidos; pero Dios siempre estuvo a su lado. Porque Dios es fiel a sus promesas.
Capítulo 5:12-18
Condenamos el pecado de jurar. Pero cuantos lo toman a la ligera el jurar profano y corriente. Este pecado no produce ganancia alguna, pero muestra una enemistad contra Dios, que no necesariamente tiene provecho; muestra además que la persona es enemiga de Dios. En los días de aflicción nada es más oportuno que la oración. Fijémonos que la sanidad del enfermo no se atribuye a la unción con aceite, sino a la oración. En momentos de enfermedad, no es la oración fría y formal la que es efectiva, sino la oración de fe. Cristo ha hecho posible que vayamos directamente a Dios en busca del perdón, pero confesar nuestros pecados unos a otros todavía tiene un lugar importante en la Iglesia. El caso de Elías demuestra el poder de la oración. No debemos mirar el mérito de la persona cuando oramos, sino la gracia de Dios, no basta decir una oración, debemos pedir en la oración y pedir basado en los méritos de Cristo.
Capítulo 5:19-20
No es característico de la persona piadosa o sabia jactarse de estar libre del error, o negarse a reconocer un error. Hay un error doctrinal en el fondo de todo error práctico. Habitualmente nadie es malo si no se basa en un principio malo. La conversión es hacer volver al pecador del error de su camino y no solo de una parte a otra o de una noción a otra, ni tampoco de un modo de pensar a otro. No hay manera de ocultar el pecado, sino abandonarlo. La salvación es de suma importancia, mayor que preservar la vida de multitudes o fomentar el bienestar de todo un pueblo. Tengamos presente que nuestro trabajo en el Señor no es en vano. El ha estado multiplicando el perdón por seis mil años y todavía su libre gracia no está cansada ni se ha agotado. Ciertamente la misericordia de Dios es como un océano que siempre está lleno y fluye. Que Dios nos dé una parte de esta abundante misericordia por medio de la sangre de Cristo y la santificación del Espíritu Santo, ¡Amén!
Por Ramón R. Herrera
Terminado por la gracia de Dios en abril del 2009