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La Fe: El Verdadero Discipulado

«…la prueba de la verdadera fe es esta: ¿Produce obediencia?»

Todo el que se dice cristiano ¿lo es en realidad? Hay muchos incrédulos que hacen falsas profesiones de fe en Cristo, y también algunas personas no son verdaderamente cristianas pueden engañarse creyendo que lo son. Esto podía darse por sentado hace una década, pero ya no. La gracia barata y la fe fácil de un evangelio distorsionado están arruinando la pureza de la iglesia.

El relajamiento del mensaje del Nuevo Testamento ha traído con él un intrusismo corruptor que contempla casi cualquier tipo de respuesta positiva a Jesús como equivalente de fe salvadora. Los cristianos de hoy son propensos a aceptar cualquier cosa, fuera de un rechazo abierto, como auténtica fe en Cristo. Él caso de Nicodemo ilustra claramente este hecho. Él empieza la conversación con esta declaración de fe: «Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tu haces, a menos que Dios esté con él. (Juan 3:2). Esta es una declaración clara de la ineficacia de fe artificial. Nicodemo aparece así, como una ilustración de fe falsa; su mente aceptaba hasta cierto punto la verdad de Cristo pero su corazón permanecía sin ser regenerado.

Cuando Nicodemo oyó hablar de nuevo nacimiento, su mente debió hacerse un lío. Él había oído siempre que la salvación se ganaba por obras. Es probable que esperara que Jesús incluso le alabara por su legalismo; pero en lugar de ello él Señor le hizo ver la futilidad de su legalismo. ¡Que decepción! A diferencia de las obras religiosas, nacer de nuevo era algo que Nicodemo no podía hacer por sí mismo.

La contestación de Nicodemo «Yo no puedo empezar todo de nuevo. Es demasiado tarde en mi sistema religioso para empezar de nuevo. Para mi no hay esperanzas si tengo que empezar de nuevo desde él principio». Jesús se limitó a decir «de cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar en él reino de Dios» (v. 5) Algunas personas dicen que se refiere a Agua (H2O), no es así. No tiene nada que ver con agua o bautismo.

Él agua de que Jesús está hablando es meramente simbólica, como lo era en él Antiguo Testamento, de purificación. Él bautismo implicado aquí, es él bautismo del Espíritu Santo. Este bautismo sucede en la salvación cuando él Señor introduce al creyente en él cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:13) y purifica al creyente en él agua por la palabra (Efesios 5:26; Juan 15:3). Pablo se refiere a esto como él «lavamiento de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo» (Tito 3:5), haciéndose eco casi exacto de la palabra de Jesús en Juan 3:5 «A menos que uno nazca del agua (él lavamiento de la regeneración) y del Espíritu (la renovación del Espíritu Santo), no puede entrar en él reino de Dios».

La siguiente pregunta de Nicodemo revela la turbación de su corazón: ¿como puede suceder eso? Nicodemo dijo «no entiendo», lo que realmente quería decir era «no creo». La incredulidad siempre engendra ignorancia. Los versículos 11 y 12 del tercer capítulo de Juan confirman que la incredulidad era el verdadero motivo, dice Jesús «de cierto, de cierto te digo que hablamos de lo que sabemos y testificamos de lo que hemos visto. Pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablé de cosas terrenales y no creéis, ¿como pues creeréis si os hablo de las celestiales? La incredulidad no entiende nada.

Él versículo 26 va aún mas lejos, equiparando la desobediencia con la incredulidad: «él que cree en él Hijo tiene vida eterna; pero él que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanecerá sobre él:» Así, la prueba de la verdadera fe es esta: ¿produce obediencia? Si no, no es fe que salva. Desobediencia es incredulidad, la verdadera fe obedece.

De esta forma introdujo nuestro Señor su evangelio. Notemos lo exclusivo que es; Jesús es la única fuente de salvación. Aquellos que no creen en su nombre son condenados, excluidos de la vida eterna. No importa lo sinceros o religiosos que sean, ni lo ocupados que estén haciendo buenas obras; todos deben nacer de nuevo. No hay promesa de vida, sólo garantía de condenación para quienes no se identifiquen con los pecadores y moribundos israelitas y se vuelvan de sus pecados con fe obediente al que fue levantado para que aquellos no tengan que perecer.

 

Por Rev. Ramón Herrera