El Misterio Revelado: Reconciliación
El Misterio Revelado: La Reconciliación con Dios
Las posdatas tienen mucha importancia en las cartas, y por supuesto las posdatas de los apóstoles no son una excepción a la regla. Pero la verdad es que la posdata final del capítulo 16 de Romanos ha sido tratada de una manera muy poco inteligente por los teólogos y comentaristas. El secretario de Pablo, Tercio, una vez que dejo la pluma, el Apóstol Pablo le añadió las palabras que concluyen la epístola.
“Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe, al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo»
“Mi Evangelio» Estas palabras, repetidas por Pablo en Ro, 2:16-16:25; 2 Ti. 2:8, no constituyen meras palabras, pues, son explicadas en varias de sus epístolas, (Ef., 3; y Col.1:25-26 y de una forma concluyente en su carta los Gálatas.» Mas os hago saber, hermanos que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo» vv11, 12.
Declarando en una forma concluyente, de que el evangelio que el predicaba entre los gentiles lo había recibido en una revelación especial. No solamente no había sido enseñado por los apóstoles, sino que fue él que por un mandamiento específico del Señor, se lo comunicó a los demás apóstoles; y que ocurrió después de su segunda visita a Jerusalén, diecisiete años más tarde. Por tanto, que su testimonio era distinto en alcance y carácter a cualquier otro que encontremos en el ministerio de los demás apóstoles, que registra el libro de los Hechos. Pablo confirma estos hechos en (Gá. 2:7) «Antes al contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircunsición, como a Pedro el de la circuncisión». Este último era una promesa, según las Escrituras, de lo profetas; el primero, una proclamación según la revelación de un ministerio mantenido en secreto, desde la eternidad, pero ahora había sido revelado y dado a conocer a todos los pueblos mediante las Escrituras proféticas. Pero tenemos que hacernos dos pregunta ¿Cuáles, eran estos escritos? ¿Y cuál era el ministerio que se revelaba? La traducción del pasaje en nuestras versiones constituye un compromiso no solo entre la traducción sino con la exégesis; es evidente que la exposición que tal combinación sugiere, es errónea debido a que hace que la afirmación del apóstol sea incoherente. Si hubiera sido a través de los profetas hebreos que se diera a conocer el Evangelio a las naciones, evidentemente no podría ser un misterio mantenido en secreto a través de todas las edades. Las palabras «por escrituras proféticas» se refieren, naturalmente, a las Escrituras del Nuevo Testamento; y al haber sido confiado el Evangelio dado así a conocer, no a los otros apóstoles, sino solamente «al apóstol de los gentiles», es necesario que nos volvamos otra vez a las epístolas de Pablo para buscar la explicación. Luego entonces, ¿contienen estas epístolas alguna gran verdad o verdades, características que no podemos encontrar en las Escrituras de los profetas hebreos?
Nuestra palabra castellana misterios significa algo que es, incomprensible o desconocido; pero este no es el significado griego de musterion. Es su primera acepción, tanto en griego clásico como bíblico, es simplemente un secreto; y un secreto que cuando se revela puede ser comprendido por todos. Los misterios del Nuevo Testamento son verdades divinas que habían sido guardadas en secreto; verdades que no habían sido reveladas en las Escrituras anteriores y que incluso reveladas, no podían conocerse. Tan sólo una vez Jesucristo utilizó esta palabra, que está registrada en los Evangelios y aparece en cuatro ocasiones en Apocalipsis. Ya que estas excepciones, solamente se encuentran en las epístolas de Pablo, donde aparece no menos de veinte veces. Por ejemplo:
El misterio de iniquidad, culminado, con la revelación del inicuo.
El misterio de que, a la venida del Señor, algunos de Su pueblo pasarán al cielo como hizo Elías: <<sin probar la muerte ni conocer la tumba>> (1 Co. 15:15)
El misterio de que, en el tiempo presente, los creyentes se hallan unidos a Cristo en una relación especial, como miembros de un cuerpo del que El mismo es la cabeza.
Así, pues, tenemos misterios específicos a los cuales las Sagradas Escrituras anteriores se hallan silenciosas; y podemos añadir que, aunque están revelados ahora son desconocidos por la mayoría de los cristianos. Pero éstas son verdades para los creyentes esencialmente, mientras, que el misterio de la posdata de Pablo constituye, enfáticamente, una verdad para todos: una verdad que se ha de dar a » conocer a todas las gentes para la obediencia a la fe». Además, la afirmación de Pablo asume que sus palabras serían comprendidas por aquellos a quienes estaban dirigidas, desafortunadamente no ha sido así, y no nos queda otra, que estudiar la epístola a los Romanos para encontrar en ella la verdad a que Pablo se refiere.
En primer lugar, entonces, es una verdad de misterio: una verdad que, hasta entonces, había sido mantenido en secreto. En segundo lugar, es una verdad de extensión y aplicación universales. Y en tercer lugar, es una verdad que tiene que encontrase en la Epístola a los Romanos. Si nos guiamos por estas claves no podemos tener dificultad alguna para que podamos hallar la verdad que está aquí. En consonancia con algunas otras grandes verdades de la fe, la reconciliación ha recibido escasa atención de los teólogos. El pecado no apartó simplemente al hombre de Dios, sino que apartó a Dios del hombre. Un Dios santo y justo no podía sino considerarle un enemigo. Pero, «siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su hijo» y » por el Señor nuestro Jesucristo» aquellos que creen «hemos recibido ahora la reconciliación» » Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombre sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de reconciliación. Así que, somos embajadores de Cristo» añadiendo Pablo.
“Como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios» (2 Co. 5:18-20)
Una apelación al pecador, no a que -como demasiado frecuente se presenta- perdone a SU Dios, sino que entre en el beneficio no buscado que Dios, en Su infinita gracia, ha conseguido. Porque dice el apóstol Pablo «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en El» (2 Co.5:21).
Algunos a su vez, otros dejan tan de lado las grandes verdades del amor de Dios al mundo y de la reconciliación del mundo con Dios por medio de Cristo.
Esta verdad de la reconciliación no se encuentra en el Antiguo Testamento. Ciertamente, su revelación era imposible mientras el judío mantuviera la posición de rechazar al Mesías. Cuando se lee el Evangelio de San Juan a la luz de las epístolas podemos discernir este mensaje del Señor Jesucristo, pero sin esta luz nadie se atrevería a enseñarla. Ciertamente para los judíos tal doctrina (de la reconciliación) tiene que haber sido asombrosa. Pero las dificultades que infestan la exposición del capítulo cinco de Romanos se relacionan solamente con el argumento, pero la doctrina que enseña es absolutamente clara. “Así pues, tal como por una transgresión resultó la condenación de todos los hombres por un acto de justicia resultó la justificación de vida para todos los hombres». Mas la obra de Cristo va más allá de esto. La transgresión del Edén introdujo el reinado de la muerte. El pecado reino para muerte, la paga del pecado es muerte, y el pecado llevó su clamor hasta el trono de Dios, como único medio de cumplir sus justas demandas, Pero la muerte de Cristo en la cruz del Calvario ha destronado al pecado, y ahora la gracia de Dios reina suprema, y ello, no a pesar de la justicia, sino por medio de la justicia.
Así como el pecado reinó para muerte, así la gracia reina hora para vida eterna. O yendo más allá a las epístolas, sobre todo a Pablo, llegamos a comprender la verdad de la acción de Dios hacia los hombres. No se trata de que los gentiles hayan llegado a una posición especial de privilegio de la que el judío ha caído, porque, aparte de la » familia de la fe» no hay ahora ningún pueblo favorecido. “Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan; porque todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo» (Ro.10:12,13)
Un comentario de Calvino en referencia al término todo aquel.
<< Cristo empleó el término universal todo aquel, tanto para invitar indiscriminadamente a todos a participar de la vida, como para dejar a los incrédulos sin excusa. Tal es el significado del término mundo. Aunque no hay nada en el mundo que sea digno del favor de Dios, a pesar de todo. El se muestra reconciliado a todo el mundo cuando invita a todos los hombres, (personas) sin excepción a la fe de Cristo, la cual no es nada más que la ENTRADA A LA VIDA.>>
(Las citas bíblicas tomadas de la Biblia de las Américas)
Por Rev. Ramón Herrera
Abril 2002